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El trabajo profesional que tuve que realizar con ocasión de la querella interpuesta por el Arzobispo de Piura y Tumbes, Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, contra el periodista Pedro Salinas Chacaltana, me ha mostrado cómo el mundo de los medios de comunicación puede llegar a deformar de una manera espantosa la realidad y llevar a la opinión pública a apreciaciones sesgadas por una falta de conocimiento sobre cómo efectivamente sucedieron los hechos judicialmente examinados. El Caso Salinas es un claro ejemplo de abuso de la libertad de expresión por parte del periodismo. No solo por lo que este periodista dijo respecto de Monseñor Eguren, sino también por la manera como sus colegas periodistas lo apoyaron, asumiendo acríticamente lo que les decía. Amicus Plato sed magis amica veritas: Platón es mi amigo, pero más lo es la verdad. Esta máxima que nos viene desde la filosofía griega es despreciada cada vez más por cierto sector del periodismo, dejando que sus amistades personales o sus prejuicios estén por encima de la realidad al momento de informar. ¿Es posible hacer una afirmación ofensiva sobre la base de una conjetura? ¿Es posible seguir afirmando un hecho calificado como delito si es que el Ministerio Público o el Poder Judicial ya han establecido que no lo es? ¿Puede difundirse declaraciones insólitas sin la menor corroboración? ¿Debe un periodista rectificarse cuando ha hecho una afirmación que no está sostenida en pruebas? ¿Puede hacerse juicios de valor con frases objetivamente insultantes, con lisuras o calificativos peyorativos? ¿Puede afirmarse impunemente violaciones al debido proceso que son incuestionablemente falsas para utilizar la opinión pública como medio de presión sobre los jueces que deben decidir la causa? Todas esas preguntas se las podrá responder a sí mismo el lector, a medida que vaya conociendo la historia del Caso Salinas.